La voz del interior

Por María Gainza

Gracias a la invención de la pólvora, en el siglo nueve, los chinos comprendieron que el espacio podía ser estéticamente activado; los fuegos artificiales se volvieron así las primeras instalaciones de luz que invadieron el exterior. Desde entonces la luz afectaría radicalmente nuestro paisaje nocturno y alteraría nuestra percepción visual en un todo.
La noche dejó de ser una caja oscura e impenetrable para volverse un espacio de profundidades oscilantes, de límites porosos, de imágenes gaseosas y flotantes.
Las fotos de Rosana Schoijett registran los nuevos íconos modernos: carteles luminosos que nos asaltan en la oscuridad de la ruta. Palabras sueltas que en un gesto casi primitivo y ridículo de comunicación se vuelven gritos silenciosos de luz-color. Desligada de su simbolismo histórico, la luz congela palabras ingenuas. Ordenadas en serie, éstas adquieren una coherencia poética que las supera. Las luces comerciales, producto de una sociedad industrial, festejan en las fotografías ya no el progreso de la civilización sino su ironía. En viajes noctámbulos por la ciudad, las palabras nos chocan, nos interpelan y nos seducen con su brillo gélido. Mientras tanto, en este trabajo parece elegirse aquéllas que justamente celebran rincones anónimos de la ciudad. Ya lo había presagiado varias décadas atrás Lucio Fontana: «Una nueva estética está tomando lugar: formas luminosas en el espacio urbano».

Texto de sala. La Voz del Interior, Galería Torre Monumental- Ex Torre de los Ingleses, Plaza San Martín, diciembre 2001.